A Pierre Gonnord (Cholet, Francia, 1963) , como a todo el mundo, le gusta que la gente aprecie, halague y reconozca su trabajo -en su gran mayoría retratos en enormes formatos-, pero lo que más le reconforta es hacerlo, robarles y eternizar un instante de cada uno de sus modelos. Fotógrafo autodidacta, digamos que lo suyo es meterse donde no le llaman. Conseguir que le acepten -y hay que reconocer que tiene paciencia para conseguirlo, haga falta lo que haga falta- es su filosofía de vida. Esto en la versión corta, en la larga habría que detallar qué escenarios escoge, qué círculos de gente, cómo consigue involucrarse con ella y, sobre todo cuáles son sus porqué y para qué.

La obra de Gonnord comienza planteándose un objetivo: por ejemplo ahora tiene en la cabeza hacer una serie sobre monjes. Luego se acerca y se involucra con sus presas, ya ha visitadoun par de monasterios -en los Balcanes, en Rusia y en Bulgaria- y ha contactado con sus habitantes. Lo siguiente es la convivencia in situ, una vez que le admiten (y es imposible decirle que no, porque es un señor encantador). Lo siguiente es aprende a conocerles, empaparse en su manera de vivir, preparar los fondos de telas neutras, coger su cámara y lanzarse a inmortalizar ese mundo a través de los rostros.. Así, su obra refleja su empatía con los problemas y la experiencia vital de los retratados. Sus imágenes buscan romper las barreras sociales y conseguir que el público se mimetice con los protagonistas como en “un espejo en el que descubrirse a uno mismo y a la condición humana”.

MAXIMILIANA 2014
Maximiliana (2014) de la serie Gitanos.

Cuando te encuentras frente a frente con este francés afincado en Madrid desde 1988, (al que seguramente nunca pillarás en casa porque viaja constantemente) te entran ganas de achucharlo. Con su pelo rapado, su nariz respingona acabada en bola y ese par de ojos de ojos saltones que se diría están permanentemente asombrados, parece un gnomo o un duende enrevesado, aunque su estatura, es altísimo, no concuerde con esta imagen. Sus ojazos curiosos y algo ingenuos, que no pueden ocultar la sensibilidad y el sentimentalismo de su dueño, se clavan en tu mirada, no tanto para hurgar en lo que no se ve de ti, sino  para asegurarte de que está contigo y te escucha.

“Hay mucha gente a la que les doy las gracias por los regalos que me han hecho, por darme su cariño y sobre todo por darme una oportunidad, que es lo mejor que le puedes dar a una persona”.

Pierre Gonnord, que en su anterior vida antes de ser fotógrafo era economista, asume que es muy mirón de ojos, un gran mirón. Puede que sea cosa de su oficio. “Mi madre cuando íbamos en el metro me decía: ‘Qué estás haciendo, ¿cazando?’ -nos cuenta-  Me fascina el metro de París. Cuando yo era adolescente había muchísima inmigración, la sigue habiendo pero desgraciadamente no de la misma manera, ni con la apertura que entonces había entonces en  Francia. Te encontrabas con gente de Laos, Camboya, Vietnam o el norte de África… Era un momento en el que nosotros éramos uno más en medio de todos los que llegaban a esta primera globalización.  Cada cultura tenía su idiosincrasia y yo miraba, claro que miraba ¡No paraba de mirar! Pero más que mirar contemplo”, se justifica, no vaya a ser que sus modelos piensen que es un voyeur.

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La sensibilidad y expresividad de Pierre Gonnord contrasta con los rostros hieráticos de sus retratos. ©Thomas Canet

Thomas Canet, autor de los retratos, y yo, le encontramos en el Museo de la Universidad de Navarra, en Pamplona, donde hasta el 30 de octubre se exhibe De Laboris, una exposición que se suma al proyecto Tender puentes (*) de la institución, en la que los artistas invitados elaboran una propuesta a partir de las colecciones de foto del centro. Gonnord tomó como referencia las imágenes de Laurent, Napper y Tenison. Influenciado por ellas trabajó en dos series de retratos que él considera como “interpelaciones mudas que narran de forma sobria, por medio de un lenguaje sencillo, historias únicas”. Son 36 fotografías de gran formato  -32 de nueva creación- que por una parte están enfocadas en Los Gitanos de la Raya y, por otra, en Los Mineros. La primera la protagonizan un grupo nómada que vive entre España y Portugal desde hace siglos y que recoge, en sus semblantes, la herencia mestiza de pueblos que habitaron la península en el pasado junto a los propios de los gitanos. Y la segunda, los mineros de la cuenca asturleonesa, donde, junto a gentes local, trabajan inmigrantes llegados de otras zonas de Europa: la mayoría son hombres tan jóvenes y vitales como afectados por la dureza de su trabajo.

Además de las fotos, De Laboris incluye un vídeo de algo más de siete minutos con el que el artista complementa su obra sobre la minería. Titulado Coal Screen Test, la proyección muestra a un grupo de mineros que se exponen sucesivamente ante la mirada del fotógrafo justo después de una jornada laboral. Emociona.

ARMANDO II 2014
Armando II (2014) de la serie Mineros.

Pierre Gonnord, además de mirar, también sabe escuchar y asimismo hablar ¡le encanta! (su acento francés persiste, pero algo diluido). Nosotros, muy gustosos, tras habernos deleitado con su exposición, le cedemos incondicionalmente nuestros oídos

En tu época de economista ¿eras un carnaza de museos?

Miraba muchos libros de fotografía, sobre todo de retratos. En París, en años 80, la fotografía no estaba en los museos. La cultura visual de entonces no estaba asociada a la fotografía como un objeto de museo, era un documento de comunicación social.

¿Cuándo fue tu primer encuentro con una cámara?

Desde pequeño, de niño, siempre quería hacer retratos. Para mí había una cierta magia, incluso algo de superstición  era como alcanzar un poco la eternidad. La magia estaba en el instante mismo del clic, al hacerlo ya dejabas una huella.

De niño ¿ya tenías cámara?

¡Qué va! Cogía la de mi padre y cuando él no estaba. En casa era un objeto intocable, formaba parte del patrimonio familiar. Recuerdo que cuando me la colgaba del cuello me sentía muy importante. Mi primera cámara la compré muy tarde y de segunda mano, en realidad cuando cambio mis cámaras siempre son usadas. Nunca compro material nuevo.

¿Y eso?

Cuestan mucho dinero y una buena óptica de segunda mano es igual de buena. Hay gente que prefiere las nuevas porque le dan seguridad.

ANIBAL 2014
Anibal (2014) de la serie Gitanos.

En tus retratos no se te ve muy amigo de las sonrisas. Tus personajes siempre están muy serios…

Si te fijas, aunque sí existen, en la historia del retrato las sonrisas son muy pocas, pasa lo mismo que con las malas caras.

¿Qué fue lo que hizo que dejaras tu vida de plácido economista para consagrarte a la fotografía?

Tuve un accidente que me hizo parar durante varios meses. De todos modos ya estaba en proceso de mutación. No me gustaba mi vida… Nunca me habían gustado mis estudios, supongo que los había hecho por cumplir con la familia, con la cultura. Y en de repente me llamó un amigo que estaba en una sociedad musical y que buscaba a alguien para retratar a Teresa Berganza. Me quedé muy sorprendido porque a mí nunca me habían encargado nada y menos un retrato a una mezzo soprano que yo admiraba tanto. Pero yo pienso que lo hizo por echarme un cable porque sabía que estaba pasando un momento difícil y le estaré eternamente agradecido. En realidad hay mucha gente a la que les doy las gracias por los regalos que me han hecho, por darme su cariño una oportunidad que es lo mejor que puedes darle a una persona.

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Röderick (2015), de la serie Mineros.

¿Y qué tal quedó el retrato de la cantante?

Horrible, malísimo… Pero había pasado un par de días magníficos en un monasterio en Cuenca, donde ella grababa un disco  y haber podido estar ante una mujer tan extraordinaria me pareció alucinante. A raíz de ese trabajo, luego vinieron otros de la mano de la SGAE y así empezó todo. Desde luego no podía vivir de ello, las fotos las hacía los fines de semana. Pero sin lugar a dudas  fue el cambio que necesitaba.

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María, Joao, Isaac (2013) de la serie Gitanos.

¿Y ahora puedes vivir de la fotografía?

No se puede vivir de ello al cien por cien. Doy talleres, he hecho una colaboración en el New York Time, ahora voy a trabajar para una Fundación deportiva. Hay que buscar vías para continuar y aligerar al máximo los gastos, como por ejemplo quedándote en hostales, pensiones; calibrando el tiempo justo, vamos, organizándote. Hoy en día no se vive de la venta de obras, sí de mostrarla, dar clases o hacer colaboraciones. Es muy importante estar en la sociedad.

“En el fondo  llevo un ritmo que es para luchar contra la muerte, mis fotografías son una forma de estar vivo, de ser un poco más humano, de estar más cerca del otro, aunque este otro no siempre lo entienda y se pregunte: ‘Qué quiere éste de mi? ¿Se quiere hacer rico a mi costa? Pero por lo general, con el paso del tiempo y mi proximidad, se van dando cuenta que mis intenciones son buenas”.

Y luego apareció tu otra hada madrina…

Juana de Aizpuru que había visto el corpus de obra de mi trabajo y me invitó a participar en PHotoEspaña. Le dije: “Señora, le doy una foto y me voy”, y ella me dijo: “No, no no ¡Tienes que seguir trabajando! Y le hice caso. Ella es una persona muy generosa.

¿Les pagas a tus modelos?

No quiero que mis  modelos se conviertan en mercenarios, no quiero comprar trabajo. Se trata de respeto, de no comprar a las personas. Lo que ocurre es que hay que ayudar a la gente, en algunas ocasiones lo hago remunerado a ciertas personas, a otros les dejo sus retratos firmados y muchas veces incluso te piden que le hagas un retrato a sus madres o hermanos. Acabas no pagando pero sí haciendo muchísimos retratos.

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Suárez (2014), de la serie Mineros.

Y cuando los fotografías ¿recurres a estilismos, tú les das la ropa que deben usar?

No, es la de ellos, pero la arreglo. Si tú me vienes ahora con una chupa de Minnie Mouse o una camiseta ponga Diesel pues no quiero enseñarlo. Por ejemplo a Maximiliana que es una señora viuda que viste de oscuro por el luto y lleva imperdibles le abrí un poco el cuello, no me gusta que la gente esté toda tapada, quiero sentir el cuerpo. En un retrato tiene que estar la cabeza estructurada sobre una actitud. Nuestra actitud corporal habla de nosotros y quiero que eso respire, que quede patente esa energía.

¿Hay diferencia entre retratar mujeres, hombres o niños?

Retratar un personaje para mí es lo mismo sea quien sea. Es algo que de repente se hace muy grande y muy delicado con un anciano que tiene muy mala leche o con un niño que puede ser muy despistado o soñador, como Sandro, mi principito que te sigue a todas partes. Fotografiar un animal en cambio sí es distinto. Somos humanos y no puedes mirar a un animal de la misma forma que miras a una persona. Yo tengo perros y me comunico muy bien con ellos, pero no es la misma forma de retratar, hay que tratar más con energías que con caracteres, cómo se expresan, sus ojos, además en ellos el movimiento es importante.

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Sandro (2011) de la serie Gitanos.

Casi siempre tus retrato son en color ¿no te gusta el blanco y negro?

Son modas, como los formatos. Las modas nos obligan a sentir y a necesitar otro soporte, otro tamaño, son como los pantalones anchos o ajustados. El otro día vi un documental en el museo de Balenciaga en Guetaria, en el País Vasco,  en el que decían “La moda es lo que pasa, lo que se queda es otra cosa”, y lo que busco es hacer un trabajo que se quede y que pasa del blanco y negro o el color. El blanco y negro me gusta mucho, pero creo que en mis fotos hay un trabajo del color, no exactamente acromático, pero que sí sobrio en los tonos y que está muy cerca de la piel.

Esa es una parte de realidad que me ayuda a acercar al otro, el blanco y negro puede aislar. Por ejemplo, en n el blanco y negro de las magníficas fotos de niñas en Anatolia que expuso Vanessa Winship en la Fundación Mapfre hay algo onírico, mágico, algo que a mí me da el color tratado. No quiero colores saturados, los quiero apagados.

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Jason (2013), de la serie Animales.

Y el retoque ¿qué importancia tiene en tu trabajo?

Poca. Yo reencuadro, reconozco que no soy de la escuela de Cartier Bresson, si tengo que recortar y ver la mitad de una pulsera en lugar de verla entera porque va a quedar mejor, pues la recorto. Lo malo de un respaldo digital es que nunca va a captar lo que tú ves, te va a dar su versión, te va a extrapolar los negros, los contrastes, entonces hay que restituir la imagen a como la has visto sin retocar. De repente una imagen te queda toda roja porque hay un trozo de ropa que ha hecho que todo se vea invadido por es color y lo que toca es rebajar estas invasiones bárbaras (rie). Incluso cuando trabajaba con imágenes analógicas, con negativos, ya hacíamos un reequilibrio del color.

Tú hablas de especies en vía de extinción…

¡Nunca hablo de especies ni de tribus! Para situarnos, hablo de zonas rurales que sí están amenazadas con la desaparición de su actividad y de su identidad por el crecimiento de nuestras sociedades urbanas. El peligro, en el caso de los mineros, es la exclusión de su futuro, de su porvenir.

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Rogiero I (2013), de la serie Gitanos.

A lo que iba  ¿no te interesan otros sectores de la sociedad como puede ser la aristocracia rancia?

Me interesan los lugares por los cuales  siento una empatía, un interés emocional y de cariño. La aristocracia son muy pocas personas, pero el pueblo gitano, que es inmenso, son 16 millones, existe una diáspora, es una cultura muy ancestral que no está escrita, se sabe muy poco de sus orígenes. Están muy presentes en Rusia, los Balcanes, Europa Central y Occidental o Grecia y es una sociedad que me interesa en algunos de ellos por música, por su modo de vida singular y por eso quería conocerla y en lugares donde tienen sus animales, sus tiendas de campaña o sus casas.

¿Crees que te podrías aburrir de eso como la gente que pintaba marinas y luego se pasó a la abstracción?

No, yo no me aburro nunca y si aburro a los demás, pues que no miren mi trabajo. tengo mucho por hacer. Ahora estoy en el País Vasco viendo gente en la costa en las montañas y el tema urbano también me interesa, pero no de momento. Me gusta la gente más de raíces.

No hay una mirada universal sobre la fotografía o la mirada hacia la fotografía . En cierta ocasión hice una exposición en los Estados Unidos de granjeros de Finisterre, hice otra en la sala municipal del lugar donde crecí, al sur de Bretaña, donde todos los del pueblo me conocían, con retratos de gente mayor y de jóvenes y trabajos de labranza  y  se emocionaba al verlas porque les hablaba y sabían de qué les hablaba: del silencio, de un enorme respeto y de la tierra. En Nueva York pensaba ‘¡Uy qué gente más poco moderna!’.

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Vengador (2014), de la serie Animales.
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Sorraia (2013), de la serie Animales.

Otra particularidad de tus fotos son ese halo de sin tiempo. Son actuales, pero perfectamente podrían ser de hace 60 años atrás.

No quiero marcar una sociedad de una época, me da igual que sean testimonios de hoy. Tampoco quiero anclar la gente en el pasado, quiero crear un terreno atemporal para ello hay los menos indicios posibles.

¿Por qué tus fotografías huelen a humo? (pregunta de Thomas Canet, de fotógrafo a fotógrafo)

¿Tú has olido mis flashes? Tienen carbón y no los limpio y huelen a humo de los campamentos. Hay algo mágico en la fotografía, y es difícil hablar de ello porque la fotografía es realidad, sociedad, responsabilidad… Pero luego tiene esa zona misteriosa que no quiero romper en la foto, esa distancia. Todo tiene que ser hiperreal como a través de un microscopio, pero no, no es un documento, puede servir como tal, pero hay documentos que son erróneos. ¿Crees que cuando vemos fotos del XIX vemos la realidad? Las fotografías tienen que oler a algo, ahora las fotos que he hecho a buscadores de piedras huelen a bosques húmedos. Yo no limpio mis flashes, están cargados de cosas. De hecho mi coche está hecho un desastre.

Yo llevo mi material en una mochila de Decathlon, los trípodes, otras cosas y las telas que utilizo como fondos. Yo lavo las telas, las pliego y las vuelvo a utilizar. Las que uso para la gente son las mismas que para los caballos y a veces, pese a estar limpias, quedan con restos de paja.

Desde mi mirada tus personajes están vivos, pero al mismo tiempo inertes. Incluso sus miradas brillan mucho, pero están como congeladas. Hay como cierta nostalgia o tristeza. Son seres cálidamente fríos.

Son distantes, fríos no. Hay una distancia cercana pero respetuosa. Es mi mirada, mi forma de ser, soy algo melancólico. En mis retratos los rostros son serios. Dime un retrato que te parezca vital, real ¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vitalidad? ¿Qué concepto tenemos de ellos hoy en día?

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Luis (2013), de la serie Gitanos.

Te defines como antiacademicista y sueles insistir en que no eres un artista, entonces ¿qué eres?

Soy una persona que utiliza una cámara de fotos, pero artista ¡Artista! Para mí es una palabra demasiado grande. Estamos todos experimentando. Es como quien dice hoy en día que es filósofo, y así están los platós de televisión,  ene le mejor de los casos serás un estudioso del legado filosófico… Yo soy fotógrafo, soy un retratista.

Si tu fotografía fuera un libro ¿qué estilo sería?

Es una pregunta demasiado intelectual. No es poesía… Sin embargo los mejores retratos los encuentro en la literatura, en Chéjov, en Dostoyevski. Me encantan los personajes de Chéjov, con esas pinceladas de algo que es toda la humanidad en un fragmento, y al mismo tiempo es teatro. Pues eso, sería una historia de Chéjov con una parte de realidad  otra en la cual cada uno tiene que identificarse como en Tío Vania, es mi autor preferido, en sus obras hay silencios que son los que debe haber en un retrato.

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Moses (2014), de la serie Gitanos.
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Luis (2009), de la serie Mineros.

¿Y si habláramos de música?

¡Uy, no sé! Música de cámara más que la sinfónica. Me encantan los cuartetos de cuerda de Shostakóvich, de Shubert… Melodías con pocos instrumentos.

En plan poético: ¿una imagen vale más que mil palabras?

Suena a “los ojos son las ventanas del alma”, ja, ja. Una imagen  se pasa las palabras, hay que dejarla vivir y olvidarte de las palabras porque la fotografía es un lenguaje. Hay veces que las palabras te llevan a un terreno equivocado, desconfio de las palabras al lado de una foto, yo pienso que la fotografía siempre es mejor sin texto porque habla por sí misma.

¿Te has hecho algún autorretrato?

Me lo he hecho, pero me falta madurez. Es muy difícil hacerte un autorretrato porque lo haces con disparador, y yo necesito ver y no lo puedo hacer ante el espejo porque si me miro no miro la cámara. Me gustaría hacerme uno, pero creo que no va a ser posible, todo pasa por mi mirada ¡tendría que duplicarme! Hay gente que lo hace muy bien, mira a Alberto García-Alix, escenifica y se hace unos retratos magníficos.

¿Proyectos en vista?

Tengo uno en colaboración con Donostia 2016, sobre el tema de los vasco. Me he ido a sitios que no conocía donde está el origen los deportes vascos, la piedra y la gente más arraigada en esta tradición. Y luego, la serie de los monjes, pero de por ahora es más un deseo. tengo que ver cómo me las ingenio para ir a los Balcanes, volver, irme a Rusia porque me han invitado a un festival y aprovecharía para ría a un monasterio que está cerca. Sé que lo voy a hacer, en esto soy muy testarudo.

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Pierre Gonnord retratado por Thomas Canet.

  • Tender Puentes es un proyecto curatorial comisariado por Santiago Olmo y Rafael Levenfeld que promueve el Museo Universidad de Navarra desde 2002. El propósito es poner a dialogar a artistas contemporáneos con los primitivos, puesto que la Colección del Museo recorre la historia de la fotografía en España, desde sus orígenes (la primera data de 1848) hasta la actualidad, atendiendo a la fotografía desde su aspecto documental en relación con lo real e imaginario.

Este proyecto plantea un diálogo entre fotógrafos contemporáneos con la producción de aquellos pioneros en España del siglo XIX, proponiendo también –junto a la creación artística– una reflexión teórica en forma de libro, conferencias y otras actividades docentes que permitan poner voz a unas obras dentro de un contexto que parece reproducir una situación similar: el comienzo de grandes cambios tecnológicos y de las formas de comunicación.

Tender Puentes cuenta hasta el momento con cerca de 400 piezas ejecutadas ad hoc por 14 artistas contemporáneos y con 12 publicaciones ya editadas y otras cinco en producción.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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