Reconozco que no soy (o era) una asidua en Estampa, una feria que consideraba menor, de obra gráfica o “baratijas” -por sus precios asequibles- hasta ésta, su XXVII edición. ¡Qué equivocada he estado todo este tiempo! Afortunadamente puedo asumir mis prejuicios, retractarme y como dijo un rey que dejó elefantes huérfanos (lo mío no es tan grave): “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Estampa19, con sus 77 galerías, dos proyectos institucionales y su millar de artistas nacionales e internacionales es una señora Feria de Arte pequeña, honesta, cálida, sensata, humilde por la falta de artificios insustanciales y, a mi modo de ver, es inusitadamente humana y emocional. Para que nos enternos pongamos como ejemplo a Jacobo Fitz-James de la galería Espacio Valverde que no ha colocado el nombre de los artistas en los tabiques en los que cuelga su obra. Lo descubrí intentando averiguar que Nicolás González Camino era el autor de un cuadro que me había llamado la atención: “¿Y eso porqué?”, le pregunté al galerista, y su respuesta fue rotunda: “Para entablar un diálogo”. No sé si será cierto, pero sonó a tan terrenal en estos tiempos tecnológicos de no hablar y de escribir jeroglíficos mientras más breves mejor, que me encantó. Me fascinó tanto como ver óleos o acrílico en cuyo lienzos hay huellas de pinceladas; mucha escultura y escultura en madera esculpida, piezas conceptuales que no necesitan un prospecto para deleitar a quien las admira, y sobre todo, me hizo muy feliz la poca estupidez con ínfulas que suele ornar esta clase de eventos.


Mi visita a Estampa supuso también guarecerme de la lluvia y de la realidad, que nos amenaza por todos en los flancos, en un refugio de creatividad. Protegerme y olvidar las noticias horribles con las que nos bofetean los medios de comunicación en un entorno en el que la belleza reina por encima de la cruda realidad. El arte, incluso para lo ruin, el dolor o lo tenebroso, siempre es bello.

Hablemos de frentes abiertos que nos desesperan, de los nacionales, solo para hacer un guiño. Todos los políticos, un día sí y otro también insisten en convencernos de que somos tontos, de que nos creemos las chorradas que nos prometen cuando mendigan nuestros votos en medio de una nueva campaña electoral que no tendría que tener lugar, porque los españoles ya habíamos votado. Todos, una vez más, aseguran que no nos defraudarán y a pesar de que ellos no cambien, de que no se retiren por nula eficacia profesional, la cosa, o sea el país, irá mejor. En Barcelona, la gente se ha olvidado de pensar, de hablar y han dejado libres y sin control a sus más bajos instintos. Lo que queda no son heridas, son grietas profundísimas de difícil cicatrización. Los unos y los otros son toreros y es así como Catalunya y Cataluña se está desangrando acribillada por las banderillas de la falta de comunicación… Y esto, por no mencionar la asfixia del Mar Menor y los millares de peces muertos por la contaminación por los abonos de la agricultura de regadío intensiva y el urbanismo desaforado. ¿Dónde ha quedado el arte de ser humanos?… La verdad es que, si miramos hacia atrás, a lo largo de nuestra historia las personas nunca fuimos obras de arte.

Por eso cuando me paseo por el Pabellón 1 de Ifema y me dejo llevar por los trabajos de Daniel Canogar desconecto, me dedico a disfrutar y reflexiono. Artista Invitado de Estampa 2019 el creador nos da la bienvenida al recinto con una pieza de su serie «Surge», creada para esta ocasión, y nos acompaña en nuestro recorrido con varias otras obras diseminadas por todo el recinto. Si la sociedad evolucionara al ritmo de los (buenos) artistas, temerosos de quedarse estancados en lo “fácil” (por resumirlo en una sola palabra), otro gallo cantaría. Canogar ha pasado de la narración a la acción, de la figuración a la abstracción, del trabajo artesanal a la tecnología más puntera y siempre tiene algo que decir y compartir. Eso es arte y eso es vida.
Otra sorpresa entrañable fue descubrir en la galería asturiana Aurora Vigil-Escalera cuatro fotografías de Pablo Genovés intervenidas por su padre Juan Genovés, siento debilidad y admiración por ambos… Dos artistas, familia y trabajando juntos… inimaginable y difícil que se vuelva a repetir. Y un poco más allá, otro hallazgo, el de los escultores Javier Malavia y Joan Coderch en el stand de la galería Espacio Primavera 9 de Madrid que también trabajan a cuatro manos y firman como Coderch+Malavia. Su escultura Revive me dejó impresionada vista desde todos sus ángulos.


Cerrando este paseo terapéutico y reconciliador por Estampa19 -pequeña gran feria en la que las nuevas galerías encuentran su sitio y los coleccionistas pueden sonreír ante el arte emergente-, en el apartado social otgro gustazo fue el reencuentro con las galerías amigas como Ponce + Robles que sumándose al programa ¿Qué pasa con la fotografía? presenta con un stand monografico del colectivo Boa Mistura; Blanca Berlín con obras de Isabel Muñoz y Ramón Masats entre otros o Bernal Espacio Galería cuya selección de piezas de Thomas Ruff, John Baldessari o Francesca Woodman es un lujo.
Lo dicho, en Estampa me refugié de la lluvia, de la realidad y de la actualidad y me pude impregnar de arte con y en todos los sentidos que para eso los tenemos ¡Para utilizarlos e intentar ser felices! Yo fui feliz, por lo tanto y como decía el general MacArthur: el año que viene “volveré” a esta feria. Me he quedado con ganas de más.







ESTAMPA del 17 al 20 de octubre. Pabellón 1 IFEMA – Feria de Madrid
Me encanta la muestra y me encanta el comentario!
Muchas gracias!!