Caballo imaginando a Dios
A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el Caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete”.
Augusto Monterroso

¿Y a cuento de qué viene esto de los dioses y los caballos? Para resumirlo, la respuesta es Hermès. Todo comenzó en París con Thierry Hermès y su taller de arneses, luego, en 1837, su atelier se transformó en una tienda de sillas de montar y ya, en el siglo XX, nos hizo felices a todos creando exquisiteces en el universo de la moda. Así que, de alguna manera, la firma francesa evoca a deidades (sobre todo en su arte artesanal) y a los corceles más bellos.


La semana pasada la Maison presentó en una nave gélida de Madrid sus “Objetos otoño-invierno 2017”, convirtiendo ese espacio casi en una resplandeciente sala de exposiciones.

Allí estaban exhibiéndose orgullosos de si mismos, los zapatos para mujer y hombre, los bolsos, pañuelos, joyas, vajilla, papelería… Y sin exagerar, provocaban placer para todos los sentidos (menos el gusto porque ¿quién se va a comer una manta?): los ojos, por la estética; el oído y el tacto al tocar y manipular lo materiales y el olfato al acercárnoslos a la nariz.

En la mitología griega, Hermes, entre otras responsabilidades, es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan y el ingenio. En moda Hermès, es otro tanto de lo mismo.
Da igual que vayas en camisón (pero que sea mono, por favor) si llevas, por ejemplo unos zapatos tan elegantes (y cómodos) como estos.
El mundo de Hermès, y no es peloteo sino enamoramiento, es sinónimo de elegancia, exclusividad, lujo y un trabajo artesanal que la gente difícilmente pueda creer que esconde un bolso.
Y si hablamos de sus pañuelos, no sería extraño que alguien les pusiera unos marcos y los colgara en la pared. Son auténticas composiciones artísticas.
Hombres necios que acusaís a Hermès sin razón sin saber que sois la ocasión de lo mismo que culpáis (con permiso de Sor Juana). Sino fuera porque sois tan dandis, la casa no se dedicaría a crear cosillas irresistibles para vosotros.
Desde luego el cálido Hogar dulce hogar es otro de los asuntos que Hermès tiene muy en cuenta ¿Alguien podría resistirse a estas mantas?
Y aquí acabo esta oda de amor a lo bien hecho, no sin antes confesar que entre mis juegos mentales, mientras paseaba por esta exposición, imaginaba la música ideal para la escena y, menos El Fary (es que no le pega), Norah Jones, Jane Birkin, Chopin o Vivaldi -entre muchos otros- hubieran aportado la banda sonora ideal para esta película.