Seguramente muchos espectadores saldrán del cine diciendo; “¿Pero de verdad la gente hace esas cosas?”, “¿Me pasará a mí algo por el estilo?”, “¿Cómo no me había enterado antes?” o “Pepe ¡Tenemos que hacer terapia de pareja”. Kiki, el amor se hace, la nueva película dirigida por Paco León, es un remake del filme australiano The Litlle Death (2004) de Josh Lawson, que puede evocar la gloriosa Relatos Salvajes, porque está estructurada en distintas historias y se narra con el mismo desenfado, aunque por su tema central se aproxima mucho más a Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a pregunar rodada por Woody Allen en 1972.

“Es una comedia erótica festiva muy hippie“, comentó durante su rodaje Paco León, que con ésta ya ha hecho un trío, en este caso, como director de largometrajes tras Carmina o revienta y Carmina y amén (respecto a otra clase de actividades triangulares no tenemos constancia ni documentación suficiente para afirmarlo). “El filme recoge la historia de cinco parejas en torno a un tema central, el kiki: esa suerte de “polvo rápido y divertido, cortito”, explica.

El actor y director sevillano, una vez más, con una candidez casi infantil y un sentido del humor descaradamente natural e inteligente -a pesar de que el trabajo no ha sido idea suya, sino un encargo “en el que se me ha dado la libertad y la confianza de hacerlo a mi manera”– nos cuenta cinco historias románticas que transcurren en el caluroso verano madrileño. Por cierto, León que vive por la zona de La Latina, se da el capricho de rendirle un homenaje al barrio madrileño con varias de las localizaciones de la peli.

“Pero no es esta la historia de gente madrileña, sino de gente que vive en Madrid”, puntualiza el actor. “Lo mismo vemos a unos hippies en Lavapiés, a unos pijos en Serrano o a unos modernos en Malasaña”, aclara. Kiki, el amor se hace habla del sexo y sus derivados como la Dacrifilia (cuando uno se excita con las lágrimas), la Elifilia (la obsesión por determinados tejidos), la Somnofilia (sentir placer con alguien que está durmiendo) y la Harpaxofilia (experimentar placer al ser robado).

El buen ojo para elegir al reparto: Álex García, Natalia de Molina, Ana Katz, Belén Cuesta, Candela Peña, Luis Callejo, Luis Bermejo, Mari Paz Sayago, Alexandra Jiménez, David Mora, Javi Rey y el propio Paco León es uno de los grandes aciertos del cineasta. Todos ellos consiguen que sus personajes sean creíbles, al extremo que por irradiar una frescura y espontaneidad intangibles, al verlos nadie diría que están actuando, sino que posiblemente nos recordarán a gente que conocemos.

Entre todos ellos, el propio Paco que comprende todo y no entiende nada, Alexandra Jiménez, una neurótica ávida de pasión, Belén Cuesta una chica cándida que quiere a todos y con un corazón tan grande como un ático de 400 metros, Natalia de Molina, la honestidad hecha persona y Ana Katz arquetipo perfecto de la argentina genéticamente psicoanalizada, sencillamente, están que se salen en sus papeles.

Al guión, en la primera parte, se lo come las imágenes y la culpa es de Kiko de la Rica, director de fotografía, que con unos primeros planos que absorben y unos encuadres que enamoran, enganchan la atención del espectador. Luego, ya te metes en la trama. Este bilbaino, que también fue responsable de Blancanieves (Pablo Berger, 2012), Las brujas de Zurragamurdi (Álex de la Iglesia, 2013), o recientemente ma ma (Julio Medem, 2015) siempre lo consigue: nos hipnotiza.

En conclusión, Kiki, el amor se hace es absolutamente recomendable. Es dinámica, cómoda, inteligente, salvaje (hay mucho animal de la jungla), ligera, diferente, interesante por su manera tan humana de tratar las relaciones humanas (y aquí vale la redundancia) y, sobre todo, te saca la risa más auténtica, esa que nace cuando te identificas con una situación al tiempo, que si te descuidas, puedes ruborizarte… Porque ¿A quién no le gusta el sexo?
‘Kiki, el amor se hace’ se estrena el 1 de abril.