Pero retomando el tema de la gran ausencia de este año, ARCO es ARCO porque Helga, colaboró y fue una de las impulsoras del evento, de la mano de Juana Mordó y de su fundadora, Juana de Aizpuru (que, por cierto, han estrenado un premio con su nombre, otorgado en esta edición a la galería Krinzinger). Se respira que Helga ya no está… Aunque es fácil imaginarla merodeando por aquí, asegurándose de que todo esté en su sitio, de que su gente atienda bien a los coleccionistas o dando vueltas por IFEMA, divirtiéndose al pensar qué obras habría comprado si el destino no la hubiera obligado a cambiar de planes.

Ya no están las Juanas, ni Soledad Lorenzo, ni las galerías de Oliva Arauna o la Marlborough, algunas de las que en el siglo XX (¡qué mayores estamos!) protagonizaron «la Movida» madrileña en las artes plásticas. Era gente que se arriesgaba a buscar más allá del arte establecido por estos lares —más momificado que Tutankamón— y que sabía que, fuera de nuestras fronteras, la creatividad y la innovación bullían..

Yo crecí y aprendí sobre arte con ARCO. Escribir, escribía casi desde la cuna. En lugar de un sonajero, pedía un alfabeto; mojaba las vocales en mi tazón de leche y las letras las reservaba para la sopa… Quizá exagere un poco, pero el trasfondo es cierto. Tenía poemas escritos a los siete años, cuando aún no sabía que la poesía me apasionaría tanto como el fútbol, o sea: nada.

Pero retomando el tema de la Feria de Arte Contemporáneo y mi crianza en la materia: en esta edición, ARCOmadrid 2025 celebraba sus 44 años de vida (yo tengo algunos más; baste con decir que vi a Frank Sinatra cantando en un show de Las Vegas).

En las primeras ediciones, yo venía a Madrid desde Mallorca como enviada especial del periódico El Día de Baleares. Mi misión era dar relevancia a las galerías y artistas de las islas, que en comparación con el resto de comunidades autónomas les ganaban de lejos en número de expositores. Había mucho que contar y ganas de que se viera: las galerías Pelaires (que aún sigue al pie del cañón en ARCO) y Ferran Cano eran las influencers de aquel entonces, cuando aún no existía la palabreja.

De entre los mallorquines, Miquel Barceló —que ya llevaba el cabello cual un cepillo con los pelos de punta de ahora— comenzaba su despegue imparable con el galerista suizo Bruno Bischofberger, y Ferran García Sevilla «entrenaba» el arte conceptual, para luego pasarse a la pincelada rápida y la desinhibición del color. Pero, sobre todo, disfrutaba dando de qué hablar, aunque fuera para mal. Luego, entre los no mallorquines, estaban José María Sicilia, Broto y Plensa, por ejemplo, enfilando su hacer y sus vidas hacia el infinito y más allá.


Por su parte, «Las Ángeles de ARCO«, donde ponían el ojo, consolidaban a un artistazo o a alguna artistaza (eran una mini minoría). Juana de Aizpuru, que aún no tenía el pelo rojo, llevaba la batuta de la feria; Soledad Lorenzo -que había llegado un pelín más tarde- ya destacaba por su elegancia y soltura de siempre, e igual que Oliva Arauna con su estilazo, eran excelentes relaciones públicas. Helga de Alvear, no especialmente simpática ni preocupada por su aspecto, ya era muy Helga de Alvear: una adicta total al arte.

El arte «moderno» en España estaba en pañales; había mucho que hacer. Tàpies, Hernández Pijuan, Chillida, Palazuelo, Eduardo Arroyo, Mompó, Carmen Laffón o Ángeles Marco, entre otros, aún estaban vivos y eran los pesos pesados. Los mencionados Barceló, Sicilia, García Sevilla y compañía representaban a los jóvenes transgresores, los que daban que hablar y se hacían notar.

Yo también emergía entonces y visitaba la feria imponiéndome una mirada crítica a través de un monóculo imaginario, pensando: ¿Y ahora qué escribo?Al parecer, no se me daba mal, porque gran parte del resto de mi vida seguí «enganchada» al arte y aprendiendo qué debía escribir. Siempre asistía a la feria con mi monóculo cerebral, analizando, referenciando, diseccionando y juzgando lo que se exhibía.

Ya no lo hago. Ahora voy a ARCOmadrid y observo, converso, me sorprendo, me aburro o, si hace falta, discuto con lo que veo, pero, sobre todo, DISFRUTO. No tengo nada que explicar a nadie, ni siquiera a mí. Dejo carta blanca a mis sentidos y mi sensibilidad (sin ánimos de plagiar ningún título de película).

En aquellos tiempos remotos, la fotografía era un arte menor (si es que se la consideraba arte); la ilustración, cómics y el arte conceptual era algo absurdo, trabajoso, adivinanza filosófica. Florecían las instalaciones de vídeo, pero en plan armatostes… Pero siendo sinceros, cómo lo contemporáneo aún no estaba muy definido en nuestro país, también se exhibían fantasmadas.
Si por casualidad se te ocurría decir: «Estoy buscando un cuadro de 120 x 60 cm para la pared de mi salón», podías llegar a sentir mil miradas asesinas clavándose en tu nuca. ¡Vade retro, Satanás! ¡Qué dices, hereje! El arte, entonces, era sublime, sagrado y, en el mejor de los casos, había que comprobar si tu casa era digna de una obra.
En la feria se siguen viendo obras de los abuelos Picasso, Miró, Calder, Chillida y otros inmortales cuyos precios son los más altos, y entre los que ya se incluyen los sesentones. Los artistas emergentes del XXI, como Secundino Hernández, Carlos Aires, Rafa Macarrón, Miki Leal o Ana Laura Aláez, por ejemplo, ahora son los padres de las jóvenes promesas de hoy.

Lo mismo pasa con las galerías, aunque muchas de las pioneras se han extinguido. Espacio Mínimo, que abrió en 1992, y Max Estrella, en 1994, son ya las veteranas. Travesía Cuatro, de 2003, o Cámara Oscura, de 2007, son las consolidadas, ya mayorcitas.
Este año me ha llamado la atención lo artesanal: mucho bordado y tejido, mucha cerámica, mucha técnica mixta, mucho acrílico, óleo y hasta temperas. El toque humano frente a lo tecnológico y la IA... Que, por supuesto, también es creación.
Como suele ocurrir en todos los aspectos, ha habido de todo en esta Villa del Arte, tanto en las piezas expuestas como en la fauna humana (en el buen sentido) que se ha apuntado al evento. Los chonis, pijos y pijas, snobs, los histriónicos, los discretos, gente enfundada en un personaje, exhibicionistas, sabios, moda, mucha moda variopinta desde extravagante a objeto del deseo y hasta personas normales… ARCO es el escenario perfecto para todos.

love" by Björk) (2024) acuarela de Radenko Milak en la húngara Ani Molnár Gallery
Con 214 galerías de 36 países, ARCOmadrid 2025 ha cerrado sus puertas con unos 100.000 visitantes y alrededor de 40.000 profesionales de todo el mundo. Se han otorgado premios, se han hecho adquisiciones, ha habido performances, espectáculos alternativos, charlas y ¡hasta perfumes! Mejor, imposible.
Yo crecí y aprendí eso del ARTE con ARCO. Ambas estamos mayores y hemos recorrido un largo y hermoso camino… Y lo que nos queda. No pasa nada, la edición 45ª edición de ARCOmadrid está a la vuelta de la esquina (o casi): se celebrará del 4 al 8 de marzo de 2026 (Trump, Putin & co., mediante).
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Bettina, eskerrik asko! Gracias por tu detallada crónica anual de Arco, cita a la que no faltas y, que nos introduce por esos inmensos pasillos a los que no podemos asistir. Nos impregnamos un poquito de ARCOmadrid y del Arte que se respira por todas partes en la ciudad. Gracias también por esas referencias a las obras realizadas en barro, que se ha convertido en algo más que artesanía. Yo ahí sigo también con la cerámica, esperando volver a Madrid. Un beso desde el norte. 🥰
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¡¡Mi lunita!! Gracias por tus palabras y tu fidelidad Me alegra un montón que sigas con la cerámica. He visto tus cosas, son preciosas ¡Enhorabuena! Un abrazo enorme.
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