Cantante, autor, productor, compositor, editor de libros, “bodeguero” -tiene sus propios viñedos Cielo y tierra– y sobre todo felicísimo abuelo de dos preciosas niñas, Gustavo Santaolalla uno de los músicos argentinos de mayor prestigio internacional ha visitado España para dar tres conciertos. Sobre los escenarios de Málaga, Madrid y Avilés el artista realizó un recorrido por toda su prolífera, suculenta e infinita carrera -canciones de juventud y no tanto, bandas sonoras, las música para videojuegos como The Last of Us y mucho más- con la peculiaridad de haber interpretado el repertorio en formato sinfónico acompañado por una orquesta. Esta visita, por otra parte, ha sido muy especial para él por varios motivos: se trata de sus primeras actuaciones en vivo post pandemia; porque no suele prodigarse en nuestro país pese a que sus abuelos paternos eran españoles – él andaluz y ella vasca-, y porque ha sumado una estatuilla más, el Premio Mosma Maestros (festival Movie Score Málaga) a su colección de galardones: Oscars, Baftas, Globo De Oro y Grammys entre otros. “Es el primer premio español”, nos dice en nuestro encuentro en el hotel Wellington de Madrid, con una sonrisa que le ocupa toda la cara. “He estado nominado dos veces para el Goya (por Biutiful en 2011 y Relatos Salvajes en 2015), pero no he tenido la suerte. Estoy muy feliz”.
Su primera actuación tuvo lugar en Málaga el pasado día 12: “En el sur que es de donde era mi abuelo, y con un concierto sinfónico algo totalmente atípico ¡fue maravilloso! El show salió increíble, la gente de pie, aplaudiendo entre 10 y 15 minutos. Fue impresionante, hermoso” nos cuenta con la misma ilusión de quien se sube a un escenario por primera vez. Y esa misma emoción la volvió a sentir como nueva en sus conciertos de Madrid y de Avilés. Gustavo Santaolalla (Buenos Aires, 1951), tras el enclaustramiento obligatorio del Covid19, que lo mantuvo encerrado en su casa de Los Ángeles, y quizá con un como decíamos ayer, frase falsamente atribuida a Fray Luis de León, el artista pudo quitarse el mono que tenía de actuar en directo. Por ello celebra con especial emoción la acogida por el público español. “Normalmente me paso seis meses viajando, desde que comenzó la pandemia es la primera vez que hago un viaje largo y que vuelvo a tocar en vivo. España es un lugar en el que siento que tengo una cuenta pendiente personal por el hecho de no haber venido tanto”.
Gustavo Santaolalla cogió su primera guitarra a los cinco años, fue director de la banda de la guardería y a los 10 comenzó a componer. Hijo único, católico, monaguillo con vocación de cura, el pequeño a los 11 tuvo una crisis de fe y abandonó a la Iglesia, respaldado por su padre que le dijo: “Si vos no lo sentís, no lo tenés que hacer” y nunca más se volvió a tocar el tema. Viendo el desarrollo de la vida de este artista todo terreno, se quedó con la frase de su progenitor como un mantra y la convirtió en estandarte de sus decisiones.
Era un niño que como casi todos también jugaba al fútbol: “Corría poco pero metía goles”, puntualiza. A los 13 años escribía canciones en inglés, influido por el rock y los Beatles, hasta que un día se dijo: “Tengo que cantar en castellano, en español, y después pensé ‘también tengo que tocar en nuestro idioma’ y entonces comencé a fusionar lo que componía con las chacareras, la identidad y todo eso”.

Arco Iris, su primera banda en Argentina, fue el pistoletazo de salida de su imparable carrera. En aquella época, a contracorriente de lo que hacían el resto de los rockeros de entonces, él era vegetariano, “no tomaba alcohol, no consumía drogas, meditaba, practicaba yoga, ayunaba una vez por semana, me empapaba del estudio comparativo en las religiones y aparte era célibe. Fueron casi siete años… Pero luego, como un péndulo, mi vida se balanceó hacia el otro lado, para coger más impulso, volver y finalmente encontrar un equilibrio. Pero siempre me atrajo lo espiritual desde muy pequeño”. Mañana campestre (1972) -es “en singular, no en plural, pero la mayoría de la gente no se da cuenta”, aclara-, fue uno de los grandes éxitos del grupo. “Ya forma parte del cancionero popular, todo el mundo la conoce en Argentina, incluso la enseñan en los colegios, pero mucha gente nunca ha oído hablar ni de Arco Iris y menos aún de Santaolalla”. Cuando dejó Arco Iris montó otro grupo Soluna y después, cuando una de las muchas dictaduras militares, la del 76, consideró que su pelo largo y su guitarra eléctrica eran subversivos y hartito de que lo llevaran detenido a la comisaría una y otra vez, salió pitando de su país. Aterrizó en los Estados Unidos, y fue el comienzo de su otra historia. Como músico tocó todos los palos rock, folk, pop, new wave, ritmos africanos… Formó otra banda Bajofondo, una mini orquesta tanguera, de murga, milonga y lo que haga falta como es, por ejemplo ahora hacer un tema con Ysy A. un trapero argentino.

También se involucró a fondo en su faceta de productor, apostando por álguienes que valían la pena. Comprobó que tenía buen ojo con Café Tacvba, Julieta Venegas, Maldita Vecindad, Juana Molina y Juanes o Molotov que dan fe de ello. Eso sí, él escoge a la gente con la que quiere trabajar. “No me gusta la Yes people, la gente que todo el tiempo dice “Sí Gustavo, sí Gustavo”. Yo trabajo con creadores de opiniones muy fuertes, con los que me tengo que ganar su confianza, demostrarles que entiendo cuál es su universo, desde su sentido del humor hasta su manera de entender la música, y que yo puedo ayudarlos a maximizar su propuesta. Busco artistas que tengan una gran visión, que tengan una forma muy peculiar de reorganizar la realidad. Me encanta ese desafío”. Además compone bandas sonoras como sus oscarizadas Brokeback Mountain y Babel.
Con todo y así, Santaolalla dice que le queda mucho por hacer: “¡Muchísimas cosas, infinitas! Un poquito de Canto Lírico, interpretación como actor… Aún hay demasiadas cosas pendientes, a mi manera de entenderlo, es una suerte y agradezco tenerlas. Me gusta el principio de incertidumbre. Estoy muy interesado en todo lo que es la mecánica cuántica, me gusta y trabajo mucho con el error. Hay errores que son errores, pero también está el error como acierto, como intención oculta, como algo que no sabíamos… ¡Hay que prestarle atención a los errores!”.
Precisamente una de las cualidades asombrosas de Santaolalla es que no ha perdido su capacidad de asombro (valga la redundancia) y siempre está abierto a más… De lo que sea. “Es porque no he perdido mi condición de niño. Mucha gente siente que va cumpliendo etapas y las termina “No, eso ahora no, eso era antes, ya senté cabeza”. Yo no. Siento y quiero sentir que están el niño, el muchachito, el muchacho, el hombre joven y el hombre maduro y que todos conviven en mí. No he ido perdiendo sino sumando cosas en mi vida. No he ido perdido sino sumando cosas en mi vida. Tuve que luchar mucho para proteger a ese niño, porque cuando me mudé a los Estados Unidos en el 78, tras haber estado preso montones de veces, los primeros ocho años fueron muy difíciles”.
En cuanto a España, de momento Antonio Carmona, “que es un tipazo”, es el primer artista de por estos lares con el que ha trabajado en su disco Vengo Venenoso. Tenía otro proyecto con C. Tangana que no pudo ser “pero ojalá podamos hacer algo para su próximo álbum”. Está convencido de que con el boom que tiene ahora la música latina en EE.UU, es un momento “buenísimo para establecer un vínculo entre Latinoamérica y España”. Es el tiempo para lo latino. “Con la repercusión que tiene Norteamérica en todo el planeta, tenemos que llegar al punto de incluir a España, porque de aquí viene nuestro idioma y teniendo dos artistazos tan relevantes como Rosalía y C Tangana, se junta todo”.

Hoy por hoy este alquimista musical está enganchado a Norteamérica y a Argentina, y se reparte en una estancia de medio año en uno y de medio en el otro. A sus flamantes 70 años, con su barba y cabello entrecanos, Santaolalla físicamente podría parecer un amish, quizá el abuelo de Heidi, el mago Hagrid de Harry Potter o incluso un joven disfrazado de viejo. Su mirada, su manera de hablar y la risa que se le escapa como en una cascada fresca, no tienen edad. Lo suyo es un cóctel de inocencia y experiencia admirablemente equilibrado. Curtido en entrevistas Gustavo se adelanta a las preguntas y te responde a varias antes de que puedas hacerlas. Habla como un porteño que nunca ha salido de Buenos Aires ¿viste? y sazona su discurso con términos en inglés.
Los años no tienen importancia, es un hombre coqueto… O algo así. “En mi vida he tenido el pelo largo, recorto, me he pelado (rapado) porque sentí que quería tener ese look que es una mezcla de monje, enfermo mental, preso y astronauta. Ahora me tocó tenerlo largo”.
Además de músico, es abuelo de dos niñas, padre de dos hijas y un hijo, un ex marido adorable reconvertido en hermano incondicional y un marido feliz. Como en aquella época, cuando vivía en la comuna Arco Iris a los 18 años, “aunque no era hippie, porque la comunidad era extremadamente disciplinada”, en la actualidad también mantiene unido a su clan en EEUU. “La familia es como una tribu extendida, mi ex mujer y mi mujer que son súper amigas, mi hija de mi ex mujer que es la madre de mis nietas y mis otros dos hijos vivimos a 15 o 20 minutos”.
Santaolalla es un buen conversador, no va de divo, ni es presuntuoso. Además de la ristra interminable de producciones, composiciones y reconocimientos, tiene otras historias menos conocidas pero igual de destacables. Una de ellas es que un guitarrista como Eric Clapton le haya pedido la banda sonora de Life in 12 Bars (2017) -entre genios queda el juego- un documental sobre su vida. Eso es un subidón de autoestima, aunque no lo necesite. Él se limita a disfrutarlo. “Poder hacer lo que me gusta y vivir de ello, una bendición y algo que agradezco todos los días. No vivo en el ultra lujo, mi casa está un barrio normal, mi coche es normal y no me falta nada. Soy feliz”.

Sabe que, aunque le gustaría poder hacerlo, nunca dirigirá una película, ni escribirá una novela. El día solo tiene 48 horas y no da más de sí… Ay, no, ¡Son solo 24! pero como Gustavo no para, parece que le cunde el doble. No es el típico abuelo que te va a contar batallitas, en primer lugar porque más que batallas las suyas son odiseas titánicas y no acabaría nunca, y en segundo, porque tiene cosas más importantes que hacer con su tiempo. ¿Un ejemplo?: dos proyectos con la NASA, uno de ellos es un mural en Caño Cañaveral y del otro aún no puede hablar.
Afortunadamente en su apretadísima agenda se reservó un hueco para nuestro encuentro en Madrid.
Como exiliado el “No soy de aquí ni soy de allá” de Facundo Cabral ¿es tu himno?
¡No! Yo soy de aquí y soy de allá. Siempre me ha ocupado mucho el tema de la identidad ¿viste?, el quién soy y de dónde vengo y lo trato de expresar en todo lo que hago, consciente e inconscientemente. En algunos casos es más obvio y en otros no es tanto. Por ejemplo en Brokeback Mountain yo sé que está Atahualpa Yupanqui, por ahí la gente no lo sabe o no se va a dar cuenta, pero yo sí sé que en esos silencios y en esos espacios está él. El tema principal de The Last of Us está escrito en un ritmo de 6/8 que es casi de chacarera con ronroco, un instrumento del Norte de Argentina, de Bolivia y de Perú y es para un juego que transcurre en United States dystopian, y el ritmo no es nada anglo o norteamericano. Vuelvo a lo de la identidad, lo que te da tu identidad es tu identidad en tu casa, en la cuadra (calle de tu casa), luego en el barrio “yo soy de este barrio”, después de la provincia, soy de este país, soy de este continente, soy latinoamericano ¿viste? Soy americano y les digo a los gringos “a mí me enseñaron que América es un continente, no un país” y si seguís así soy de este planeta, soy de la Tierra… Por eso digo que soy de aquí y soy de allá conservando todo: mi argentinidad, mi bonaerensidad porque soy de Buenos Aires, mi sudamericanismo, mi latinoamericanismo, mi americanismo y todo lo demás.

Argentinos vs yankees ¿Cuáles serían las diferencias más grandes entre ambas sociedades?
Las dos tienen cosas buenas y malas, como sociedad y como todo lo que está relacionado con los humanos. La sociedad argentina tiene de bueno lo familiera que es, la importancia y el valor que tiene la familia para todos: esa conexión de corazón, emotiva, de la gente. La sociedad norteamericana carece de ese lazo, no existe, es más fría, una sociedad más de producción y todo eso.
Pero los Estados Unidos tienen una cuestión de orden que en Argentina no existe, es un despelote (un caos) y en Norteamérica hay una especie de disciplina y de trabajo que tampoco tienen los argentinos.
En Argentina, por otra parte, hay una gran cultura de la queja ¿viste? que es terrible. Es el clavarse en lo anecdótico. Una cosa que yo aprendí en Estados Unidos es el concepto de the big picture, To look at the big picture (observa la imagen completa o mira el panorama general), el no quedarte trabado en una cosa. Es como subir arriba de una montaña y mirar las cosas y descubrir “¡Ah! Estaba allí abajo incrustado en tratar de arreglar una cosa, cuando en realidad tendría que poner eso en un contexto, verlo desde arriba y observar y valorar todo de otra manera. The big picture, es algo que desconocen y pasa lo que pasa.
Estados Unidos, con todas las cosas buenas que tiene y las cosas malas, como su política exterior o darte cuenta que al fin del día tanto los Republicanos como los Demócratas son muy muy muy parecidos, pero eso tiene consistencia. Es horrible pero tiene consistencia, y eso es lo que le falta a la Argentina y no lo entendemos ¡Hay que tener consistencia! Jugarse a un modelo de país, y jugársela por eso y aguantar.

Saliste de tu país perseguido por los militares pero no por cuestiones políticas, tu ideología es…
Yo tengo mi simpatía por gobiernos inclusivos y populares, pero no pertenezco a ningún partido ni ningún ISTA. Mi Ista es de artista ¿Ok? No soy ni peronista, ni socialista, ni comunista, ni fascista, ni anarquista, ni derechista. Dicho esto, simpatizo con la gente que tiene un modelo. Creo que los políticos son re importantes, pero más importante que los políticos son las políticas. Siempre voy a valorar y apoyar a un gobierno que tiene una política inclusiva, que intenta incluir a la gente más carenciada en la sociedad y que tiene programas sociales.
Dices que tu infancia ha sido maravillosa… Pero el resto también ¿verdad?
Sí, es que la vida es maravillosa. Pero cuando digo que la vida es maravillosa no quiero decir que en todo momento sea placentera parte de lo maravillosa que es, es que por momentos no es placentera.
Después de aquella vez a los 11 años cuando te preguntaste “¿No será que el demonio es un empleado de Dios?” y abandonaste la Iglesia ¿Cuáles son tus creencias ahora?
Creo en una fuerza superior a nosotros, que hay “algo” que nos involucra a todos, una conciencia mayor de la que todos somos parte. Pero también hay muchas capas y energías, muchas clases de energías, que obviamente son más poderosas que nosotros y a las que cada uno les pone el nombre que quiera.
Creo que los políticos son re importantes, pero más importante que los políticos son las políticas. Siempre voy a valorar y apoyar a un gobierno que tiene una política inclusiva, que intenta incluir a la gente más carenciada en la sociedad y que tiene programas sociales.
¿Y tú que nombre le pones?
No le pongo nombre porque no lo tiene y no le hace falta. Hay energías e intermediarios, seres especiales…
Como ángeles…
Ángeles, arcontes, espíritus o energías que por ejemplo se nutren de lo negativo. No es que sean malas, sencillamente son entidades que se alimentan de eso como hay de todo. El balance en la manifestación de la vida es una lucha constante de fuerzas contrarias, de un extremo y otro, por delante de un fondo de total armonía, una dinámica que forma parte de la existencia.

Has dicho en varias ocasiones que prefieres la imperfección y la inexperiencia a sus contrarios…
Obviamente cumplí 70 años y valoro mucho la experiencia y sus frutos, pero también creo mucho en los frutos de la inexperiencia. La inexperiencia te hace tomar caminos que la experiencia nunca te permitiría. La experiencia, entre otras cosas, te vuelve repetitivo, te quedás en una fórmula en el “Yo sé cómo se hace esto”, no, esto se hace así pero también se puede hacer asá o asú. Por eso me gusta trabajar con gente joven y gente que no tiene ninguna experiencia.
Tienes que ser una persona muy disciplinada para abarcar tanto y de un modo tan profesional
Sí, soy muy disciplinado, la disciplina es algo que me acompaña desde muy chico. Fue algo que me inculcaron en mi casa. Pero todo con moderación, incluida la moderación. Hay gente en Estados Unidos intachablemente correcta, es horrible, personas que jamás se van a tomar dos vinos de más. Hay un momento en que tenemos que ponernos en bolas, pintarnos la cara, hacer un fuego y correr alrededor de la fogata y ponernos a bailar…
No en el Capitolio ¿verdad?
Ja ja! Hay un momento al que yo llamo el espíritu orgiástico de la tribu que todos necesitamos tener. ¡Stop, dale, tomáte un vino, loco! Hay un momento en que tenés que perder un poco el control, es importante.
Pareces una persona optimista
Soy re optimista, pero no de los de que hay que pensar en positivo y todo es positivo. Ahora estoy revisando a los estoicos, que me encantan, los que había estudiado a los 20 años: Séneca, Marco Aurelio, Epictecto... ¡Me apasionan! Sus principios, el memento mori, recordar que todos nos vamos a morir, el obstáculo en el camino, el obstáculo ES el camino, cosas así de maravillosas, me parecen alucinantes. Ellos hablan de la visualización negativa, o sea de pensar en lo que puede pasar, pero no de una manera pesimista ¡”Uy, va a pasar eso”! No, no, sino pensando que podría pasar eso, saber que eso puede pasar, entonces estarás preparado si llega a pasar y sino pasa celebrás y celebrás mucho más.

¿Algún hobby no musical?
No sé si son hobbies, para mí todo forma parte de lo que soy yo y lo tomo como un trabajo en un buen sentido. Para mí el trabajo es salud ¡Todo es trabajo! Trabajo es salir de la cama a la mañana, lavarte los dientes… Mejor que te guste trabajar, porque sino todo te va a costar mucho en la vida. Me gustan muchas cosas, tengo muchos intereses. Tengo un apetito voraz por la vida y a veces me ha costado un par de indigestiones fuertes. ¡Me gusta todo! Colecciono guitarras, sí, pero también piedras ¿Son hobbies?
Me encanta comer y me encanta cocinar. Tengo toda una serie de tapas que son creaciones mías, inventadas por mí y me gusta mucho cocinar con fuego, la parrilla, ya no para carne, pero sí para pescado de vez en cuando y las verduras asadas ¡me encantan!
Cuando vas al cine ¿Te vas con las bandas sonoras o eres un espectador normal?
Si vos ves una película y está todo en su lugar, nada te tiene que llamar la atención sobre nada, nada te debe abstraer de la historia para que las cosas cumplan su función. Hay películas que están diseñadas para que en ciertos momentos la música tenga un rol protagonista. Una vez Antonio Banderas me entregó un premio de un Festival latino y me dijo que mi música para él funcionaba como un actor más en la película, algo que me encantó.

Te sientes un pibe y dices que sigues aprendiendo cosas…
Me siento un pibe pero me siento un hombre también, me siento todo. Yo digo el “niño está acá, pero también está el joven, el adulto y toda la banda”.
“Hay errores que son errores, pero también está el error como acierto, como intención oculta, como algo que no sabíamos… ¡Hay que prestarle atención a los errores!”
La capacidad de sorpresa es la del niño, pero “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos” como decía la canción…
El tiempo, cada vez más, nos damos cuenta de que es totalmente relativo, y la narrativa del tiempo ha cambiado y bueno, con la cuántica todos sabemos que el tiempo es una convención, es totalmente subjetivo. Ahora con el tema del Covid19 más que nunca. No sabes si mañana fue ayer, y si hoy no va a ser dentro de un mes con esta noción de pérdida del tiempo… Me dijeron que la Revolución Francesa está por pasar la semana que viene ja ja.
Me refería al paso de los años, que parecen pisar el acelerador cuando nos vamos haciendo mayores. Piensas en la muerte, en si podrás hacer todo lo que te queda por hacer.
Tengo una buena relación con la muerte. Primero que yo no creo para nada que esto se acaba; segundo pienso que la vida es mucho más grande que nuestra percepción, tanto antes como después de este lapso, esta es una parte nada más, el viaje continúa de distintas maneras. Estoy convencido.
Pero digamos la muerte en esta dimensión ¿te preocupa?
Estoy muy feliz con lo que he vivido, me siento pleno. Me preocupo por los demás, por los que quedan, no por mí. Personalmente siento que el viaje debe de ser interesantísimo, ese apetito voraz por la vida va a continuar en otra dimensión.

¿Hay algún familiar que siga con la saga musical?
No. Todos tienen muy buen oído, muy buen gusto musical y mucha creatividad. Mi hija Luna, por ejemplo, tiene 27 años, es vitivinicultora y enóloga -ha hecho cosechas en la Toscana, en Nueva Zelanda, en nuestra finca en Mendoza- pero también tiene mucho talento para pintar y para la fotografía.
Ya que hablamos de viñedos, Cielo y Tierra ha dado vinos premiadísimos ¿Todo te sale bien?
Trato. Pero las cosas no me salen bien, las cosas se hacen bien ¿Cómo que me salió bien? ¡Lo hice bien! Y volvemos a lo de los premios, son reconocimientos al trabajo, no a mí. Yo trato de buscar la excelencia en todo lo que hago y tengo buen ojo y un gran instinto para elegir la gente.
Tu música es la banda sonora de la vida de muchos, eso es emocionante, pero ¿tú banda sonora?
Mi banda sonora se compone de muchas cosas y no necesariamente son expresadas con notas musicales: el sonido de mi nieta jugando, riéndose o llorando; el sonido del placer de estar con mi mujer, escuchar a un artista nuevo o alguna música folclórica del mundo que no conozco y que me deslumbra.
Y ya para acabar: ¿conservas tu primera guitarra eléctrica?
No, adoraría tenerla. Era una Morgan que me la regalaron mis padres cuando tenía 12 años… Pero se perdió en algún punto del camino.
Que buena entrevista. Me fascina su filosofía de vida! Y como siempre, me encanta como escribís!
Muchas muchas gracias y sí, es un hombre sabio.