«Me casé con un boludo»: un buen Alka Seltzer

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Me casé con un boludo es como una mayonesa de esas con un color amarillo que te enamora, que está hecha con huevos recién sacados del gallinero y un aceite que roza la categoría de elixir, pero pese a tan excelsas referencias es light, tan ligera que si la comes con espárragos o patatas fritas ni se nota. Esto no significa que como comedia romántica no tenga una buena salsa. Es más, sus dos protagonistas Adrián Suar (Dos más dos’, El hijo de la novia) y Valeria Bertuccelli (‘Todos queremos lo mejor para ella’, ‘Luna de Avellaneda’), tienen momentos brillantes. Ambos son viejos conocidos ya que anteriormente también habían trabajado bajo las órdenes del director Juan TaratutoNo sos vos, soy yo», «Papeles en el viento») en “Un novio para mi mujer«.

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Él, Adrián Suar, no la soportaba por enchufada del director. Ella, Valeria Bertuccelli, insegura, estaba emocionada por su primer papel de «prota». Flechzo a la vista.

La historia va del súbito romance entre Fabián Brando (Suar), una mediática y famosa estrella de cine, súper egocéntrico, caprichoso y bastante cretino y Florencia Córmik (Bertuccelli), una actriz desconocida, con dudoso talento pero muy transparente como persona. Ambos se  conocen durante el rodaje de una película y un flechazo insubsanable, casi sin noviazgo, acaba en boda. Durante la luna de miel Florencia se da cuenta de que se casó enamorada del personaje con el que había compartido escenas, pero que en realidad su marido es un idiota irreversible. Cuando Fabián se entera lo que ella piensa de él, idea un plan que llevará a cabo con la ayuda del guionista de la peli en la que se vieron por primera vez.

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El amor entre Florencia y Fabián es tan real como el texto de un guión.

Con aires de comedia romántica hollywoodiense, Me casé con un boludo es sin embargo Argentina hasta la médula, con tics que son deliciosamente porteños, como el psicoanálisis en los genes de los personajes, la relación entre los amigos o, por supuesto, el idioma, ya implícito en el «boludo» del título o palabros como bombacha en lugar de bragas, entre otras muchas. La película tiene secuencias, frases y miradas que consiguen literalmente que te descojones, pero al mismo tiempo es bastante desconcertante, la trama va como una hamaca, desde la comedia ligera al melodrama.

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Flor le cuenta a sus amigos, absolutamente desesperada, que su marido es sencillamente un «boludo». Él, escondido, sufre un shock.

El truco del filme es hacer un cóctel entre varios recursos básicos: el cine dentro del cine, humor absurdo, el enamorado al borde del suicidio que hace lo que sea por amor, el mentiroso pillado o la chica insegura con baja autoestima que se transforma en una superwoman. Indudablemente el salvavidas de esta película es la química que hay entre los protas, los secundarios de lujo Gerardo Romano y Norman Briski, dos grandes de la escena argentina, cuyo personajes y sus diálogos están delineados al dedillo.

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Además de tener las mejores cejas del cine, Valeria es una actriz que nació para la comedia.

Cosa rara, mientras la relación de Fabián y Florencia va a un ritmo vertiginoso, Me casé con un boludo, con sus casi dos horas, en algunos momentos es más lenta que una tortuga coja. Si bien los personajes son creíbles, el resultado de a ratos no lo es tanto, El final de la película, que bien podría evocar por ejemplo y salvando las distancias a la francesa «Un hombre y una mujer» de Claude Lelouch, te deja la impresión de que tanto el guionista Pablo Solarz como el director Juan Taratuto tenían prisas por acabar el largometraje como fuera, da la impresión que le falta una secuencia.

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Frente a frente con la verdad ¿O no?

No obstante, si uno no tiene grandes expectativas, «Me casé con un boludo», tiene sus buenos momentos y escenas que si buscamos distraernos puedem acabar siendo más digestivas y burbujeantes que un Alka Seltzer tras una gran comilona o un día de mucho estrés. Se deja ver y te ries.

«Me casé con un boludo» se estrena el 26 de mayo.

 

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